Las metodologías ‘agile’ ganan cada vez más adeptos en el entorno empresarial, pero su puesta en marcha requiere de un cambio de actitud y planificación en todos los niveles de la compañía.

“Una vez definida una zona de confort, resulta complicado abandonarla. En los entornos laborales es habitual controlar el trabajo diario: sabes quiénes son tus compañeros, cuál es tu puesto, los clientes con los que te relacionas… ocho horas en las que los sobresaltos no aparecen en la agenda o, por lo menos, se controlan fácilmente.

Las metodologías agile, basadas en programas informáticos, son todo lo contrario a este escenario de calma. Cada vez con mayor impacto en las empresas, organizan a los diferentes grupos por proyectos, con unos plazos de entrega reducidos. Una forma con la que evitar la dispersión y centrar toda la atención en una única tarea encomendada.”

“La metodología agile cogió especial fuerza con la industria del desarrollo de software. Estas compañías entendieron que retrasaba mucho la entrega del producto final si basaban su trabajo en un contrato cerrado y falto de comunicación entre los trabajadores. Los cambios, los errores del software y las innovaciones que surgían durante el proceso de fabricación, al estar diseminados, conllevaban entregables de mala calidad. “Se trata de un modelo de mejora continua. Planificas, creas, compruebas y vuelves a hacer. Es un ciclo constante y rápido”, asegura Smara Conde, directora de recursos humanos de Aegon España, que lleva ya tres años empleando esta forma de trabajo.”

Este modelo apuesta por una dedicación exclusiva al 100% en la tarea asignada. Como explica Antonio Bravo, responsable de agile organization de BBVA, la productividad aumenta exponencialmente. “Hay una mayor vinculación con el producto y las soluciones que se aportan son mucho más robustas de lo que hemos conocido. Buscamos personas de todas las áreas con una implicación máxima”, precisa.”

““Las interacciones son rápidas y tienes un feedback constante del cliente final. Te retroalimenta y te entran ganas de hacerlo mejor. Es una forma de trabajo transversal y multidisciplinar que se encarga de ejecutar proyectos entre diferentes equipos”, detalla Conde.”

““Es un proceso en el que todos los componentes del proyecto van aprendiendo de sus errores transparente y sanamente. Tienen espacio para la crítica y siempre buscando mejorar en las siguientes fases”, concluye Sánchez.”

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