«La productividad nunca ha tenido mucha erótica en España, ni cuando la economía estaba instalada en el milagro, ni ahora, con un récord histórico de paro, las cuentas públicas hechas un trapo y el pánico de los mercados financieros tan reciente. Latiguillo permanente en los discursos, concepto heterogéneo que analizar, el pilar básico de la competitividad sigue entre los rezagados de Europa, empeoró incluso durante el crecimiento y, con las rebajas salariales con poco recorrido por delante, a las empresas españolas ya no les quedan muchas más balas para salir del atolladero.
“La productividad es muy importante, pero la gente no la encuentra sexy”. El profesor de la escuela de negocios de Harvard, Diego Comín, cuenta que en 2008 eso es lo que le respondió David Vegara, entonces secretario de Estado de Economía, cuando le preguntó por qué se hablaba tan poco de este problema cuando, según Comín, esta baja eficiencia era la gran lacra endémica de la economía española, más allá de la burbuja inmobiliaria y financiera. “Le preguntabas a algunos empresarios y decían que cuando las cosas iban bien esa baja productividad no les impedía crecer”, relata.»
«En España sucede algo distinto de lo que pasa en otras economías desarrolladas, las cifras de productividad mejoran en las fases de declive, aunque con un triste pero: la mejora se apoya en la destrucción de empleo, no en la mejora de los procesos o el mayor valor de los productos.»
– El País, Improductivos SA, 2013